La familia, la propiedad privada y los cornudos




De la burguesía entera se eleva un clamor: ¡Vosotros, comunistas, queréis establecer la comunidad de las mujeres!

Para el burgués su mujer no es otra cosa que un instrumento de producción*. Oye decir que los instrumentos de producción deben ser puestos en común, y deduce naturalmente que hasta las mujeres pertenecerán a la comunidad. No sospecha que se trata precisamente de asignar a la mujer un papel distinto del de simple instrumento de producción.
Nada más grotesco, por otra parte, que el horror ultramoral que inspira a nuestros burgueses la pretendida comunidad oficial de las mujeres que atribuyen a los comunistas. Los comunistas no tienen necesidad de introducir la comunidad de las mujeres: casi siempre ha existido. Nuestros burgueses, no satisfechos con tener a su disposición las mujeres y las hijas de los proletarios, sin hablar de la prostitución oficial, encuentran un placer singular en encornudarse mutuamente.

Marx & Engels, El Manifiesto Comunista

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En el proceso de evolución cultural, la aparición de una clase ociosa coincide con el comienzo de la propiedad. [...]
La propiedad de las mujeres comienza en los estadios inferiores de la cultura bárbara aparentemente con la aprehensión de cautivas. La razón originaria de la captura y apropiación de las mujeres parece haber sido su utilidad como trofeos*. La práctica de arrebatar al enemigo las mujeres en calidad de trofeos dio lugar a una forma de matrimonio-propiedad, que produjo una comunidad doméstica con el varón por cabeza. Fue seguida de una extensión del matrimonio-propiedad a otras mujeres, además de las capturadas al enemigo. El resultado de la emulación en las circunstancias de una vida depredadora ha sido, por una parte, una forma de matrimonio basado en la coacción, y por otra, la costumbre de la propiedad. En la fase inicial de su desarrollo no es posible distinguir ambas instituciones: las dos surgen del deseo que tiene el hombre afortunado de poner en evidencia sus proezas, exhibiendo un resultado perdurable de sus hazañas. Ambas sirven a esa propensión de dominio que penetra la vida de toda las comunidades depredadoras. El concepto de propiedad se extiende a los productos de su industria y surge así la propiedad de cosas a la vez que la de personas.
De este modo se establece gradualmente un sistema bien trabado de propiedad de bienes.

Thorstein Veblen, Teoría de la Clase Ociosa

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En cierto sentido muy fundamental, los conflictos en torno al tiempo de trabajo son los conflictos de clase centrales en la sociedad capitalista. El poder puede definirse en términos de control sobre el tiempo ajeno. Como indicó el economista David Anisi en su libro Creadores de escasez, “todos partimos de una igualdad básica. Independientemente de nuestras coordenadas sociales, el día tiene veinticuatro horas para todos. Técnicamente el tiempo es algo imposible de producir. Sólo el ejercicio del poder, al apropiarnos del tiempo de los demás, puede acrecentarlo. El poder se mide como la relación entre el tiempo obtenido de los demás y el tiempo necesario para conseguir esa movilización”

Jorge Riechmann, Tiempo para la vida


Notas:
*Esto ayudaría a explicar, en parte, la acumulación originaria de capital (re)productivo que se da en ciertos ámbitos.
**Lo cual le da un revalorización semántica excesivamente literal a la frase trophy wife
***Por eso era necesario el Éxodo 20, 17
****Pero, ¿y las dimensiones biológicas del problema? R/Quite, you!

5 comentarios :: La familia, la propiedad privada y los cornudos

  1. Buenas...

  2. La que es... güelve!

  3. Y qué hueva este tu post, vos.


    ........
    Por lo menos ya aceptaste que sos Guarnieri.

  4. Güelcom

    Es que este post es para leerse en ocasiones especiales, es decir, en bodas, antes de que el jurisconsulto empiece con su discurso es conveniente que la dama de honor (¿hay dama de honor en las bodas?) lea este post al público.

  5. La dama de honor ha nacido para las bodas.
    Y paras las novias está el escote palabra de honor.

    Todo muy honorable.

    Usté sabe: la honra.