¡La gran puta! Si habría lanarquismo...

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Sombríamente recostado en su cama Nacho observa las jirafas que apacible y libremente pastan en las praderas de Kenya. No quiere seguir pensando en aquello. No quiere tener diecisiete años. Tiene siete y mira el cielo de Parque Patricios.

-Mirá, Carlucho -dice- esa nube es un camello.
Sin dejar de sorber el mate, Carlucho levanta la vista y asiente con un gruñido. Es la tardecita, hay una gran paz en el parque. A Nacho le encanta esa hora al lado de su amigo: se pueden hacer tantas conversaciones importantes. Después de un largo rato en silencio, pregunta:
- Carlucho, quiero que me digás la verdad. ¿Creés en los Reyes Magos?
-¿En lo Reye Mago?

No le gusta que le hagan esa pregunta y como siempre que se pone preocupado comienza a arreglar los chocolatines y caramelos.

-Vamos, Cartucho, decíme.
-¿En lo Reye Mago, dijiste?
-Sí, decíme.
Sin mirarlo, murmura:
-Y qué sé yo, Nacho. Yo soy un bruto, un inorante, ni hice ni el primé grado. Yo nunca serví más que pa lo trabajo pesado, Pión de patio, estibador; la junta del maí, esa cosa.
-Decíme Carlucho.
Medio se enfureció.
-¡Qué bicho te picó! ¡Qué tengo yo que sabé esa cosa!
De reojo, vio que el chico bajaba la cabeza y quedaba dolorido.
-Mirá, Nacho, disculpáme, yo soy tu amigo, pero sabé que tengo un carate de mil diablo.
Acomodó la fila de los chocolatines de nuevo y finalmente dijo:
-Mirá, Nacho. Ya tené siete año cumplido y hay que decirte de una buena ve la verdá. No hay reye mago. Todo cuento, todo engaño. La vida é muy triste, pa qué no vamo a engañá. Te lo dice Carlo Américo Salerno.
-¿Y los juguetes, entonces?
La voz de nacho era desesperada.
-¿Lo juguete?
-Sí, Carlucho. Los juguetes.
-Todo cuento, ya te dije. ¿No viste que sólo aparecen en zapato de lo rico? Cuando yo era un purrete de este tamaño nunca vinieron lo Reye donde estábamo nosotro. Iban sólo a la casa de lo ricachote. ¿Te da cuenta ahora? E claro como agua: lo Reye Mago son lo padre.
Nacho bajó la cabeza y empezó a hacer dibujos con un dedo en la parte de la vereda sin baldosas. Después agarró una piedrita y la arrojó contra un árbol, como distraído. Carlucho, mientras se ceba otro mate, lo observa con cuidado.
-Bueno, vaya a sabé cómo son la cosa –agregó al fin-. E un parecé. El finado Zaneta, que en pá descanse, decía que el mundo é un misterio. Y capá que tenía razón.

Vino un cliente y compró cigarrillos. Al cabo de un largo tiempo, Carlucho comentó sibilinamente:


-¡La gran puta! Si habría lanarquismo…


Nacho lo consideró con extrañeza.

-¿Lanarquismo?
-Sí, Nacho. Lanarquismo.
-¿Y qué es eso?
Carlucho se sentó en su sillita enana y sonrió con ojos meditativos y nostálgicos. Era evidente que pensaba en algo muy lejano pero lindo.
-Aquí tendría destar Luvi –dijo.
-¿Luvi?
-Sí, Luvi.
-¿Quién es Luvi?
En los grandes momentos, cuando Carlucho se disponía a iniciar alguna de aquellas ideas que sentía profundamente, cambiaba la yerba del matecito, se tomaba su tiempo y preparaba lo que iba a decir con largos silencios, así como las estatuas se colocan en las plazas, rodeadas de espacios que las destaquen en toda su belleza.
-Quién era Luvi –comentó con los ojos siempre nostálgicos.
Después de sentarse de nuevo en la sillita enana, la misma que había pertenecido a su padre, explicó:
-Ya te dije que al año 18, justo cuando terminó la guerra, yo pionaba a la estancia Don Jacinto. Junto con Custodio Medina pionaba. Entonce llegó Luvi. ¿Sentiste hablar de lo linyera, vo?
-¿Linyera?
-Sabían vení de muy lejo, con latadito a la espalda. Caminando por la vía el ferrocarril, y despué por lo camino. Venían a la estancia y siempre había comida y un catre pa lo linyera, esa é la verdá.
-¿Pero entonces eran peones, como vos o Medina?
Carlucho hizo un gesto negativo con el dedo.
-No seño, no eran pione. Lo linyera eran linyera, no pione. Lo pione éramo conchabado pa trabajá.
-¿Conchabado?
-Pero sí, sonso. Trabajábamo pa ganá dinero, comprendé.
-¿Y los linyeras no trabajaban?
-Sí que trabajaban , pero no pa ganá dinero. Nadie lo obligaba.
Nacho no entendía. Carlucho lo miró, frunció la frente en un gran esfuerzo y trató de ser más claro.
-Lo linyera eran libre como lo pájaro, ¿entendé? Venían a la estancia, hacían alguno trabajito si querían y despue se iban como habían venido. Lo estoy viendo como hoy, cuando Luvi había guardado toda su cosita, y había hecho latado para irse. Don Busto, el mayordomo, le dijo si se quier quedá aquí, amigo Luvi, tiene trabajo si quiere. Pero Luvi dijo no don Busto, se lo agradezco pero tengo que seguí viaje.
-¿Tenía que seguir viaje? ¿Adónde?
-¿Cómo adónde? ¿No te acabo de decí que lo linyera eran como lo pájaro? ¿Adónde van lo pájaro? ¿Lo sabé vo?
-No.
-Ai tené lo que te digo, sonso.
Se quedó pensativo, añorando.
-Me parece que lostoy viendo –dijo-. Vino, hizo alguno trabajito de mecánico, arregló uno motore, algo en una trilladora. Sabía de todo. Y de noche, al galpón de lo pione explicaba lanarquismo.
-¿Lanarquismo?
-Sí, leía un librito que tenía y esplicaba.
-¿Y qué es lanarquismo, Carlucho?
-Yo soy un bruto, ya te dije. ¿Qué queré? ¿Qué tesplique como Luvi?
-Bueno, pero decíme algo. Era un cuento como ese que me contaste de Carlomano.
-Pero no, sonso. Otra cosa.
Tomó mate y se concentró profundamente.
-Te voy a hacé una pregunta, Nacho. Atendé bien.
-Sí.
-¿Quién hizo la tierra, lo árbole, lo río, la nube, el sol?
-Dios.
-Bueno, está bien. Entonces son pa todo, todo tienen derecho a tené lo árbole y a tomá el sol. Decíme, ¿lo pájaro tienen que pedirle permiso a alguien pa volá?
-No.
-Puede andá y vení en el aire, y hacé el nido y tené la cría, ¿no é así?
-Claro.
-Y cuando tiene hambre o tiene que alimentá lo pichone va y busca alguna cosita, alguna semilla y se lo lleva. ¿No é así?
-Claro.
-Y buen, el hombre, esplicaba Luvi, é como el pájaro. Libre de í y vení. Y si tiene gana de volá, vuela. Y si quiere hacé un nido, lo hace. Porque la semillita y la paja pa hacé el nido, y el agua pa bañarse o pa tomá son de Dio y Dio la hizo para todo el mundo. ¿Entendé todo esto? Porque si no entendé no podemo seguí adelante.
-Sí, lo entendí.
-Muy bien. Entonce, ¿por qué uno poco tienen que apoderarse de la tierra y lotro tenemo que trabajá de pione? ¿De dónde sacaron ese campo? ¿Lo fabricaron ello?
Después de pensarlo un poco, Nacho dijo que no.
-Muy bien, Nacho. Quiere decí entonce que lo robaron.
Nacho se sorprendió muchísimo. ¿Cómo, los ladrones no iban a la cárcel? Carlucho sonrió con amargura.
-Pero ¿a quién le robaron, Carlucho?
-Y qué sé yo. A lo indio, a la gente antigua. No sé. Ya te dije que soy un bruto, pero Luvi sabía todo eso. Además, pensá un momentito. Supone (é un supone) que mañana desaparecería todo lo pione de campo. ¿Me queré decí vo qué pasaría?
-Y, no habría gente para trabajar el campo.
-Esato. Y si nadie trabajaría el campo no habería trigo y sin trigo no habería pan y sin pan todo el mundo no podería come. Ni lo patrone. ¿De dónde iban a sacá el pan, si me podé decí? Ahora atendé bien porque vamo a dar otro paso. Suponéte también que desaparecería lo zapatero. ¿Qué pasaría?
-No habría más zapatos.
-Esato. Y ahora suponéte que desaparecería lo albañile.
-No habría más casas.
-Muy bien, Nacho. Ahora yo te pregunto que pasaría si mañana desaparecería lo patrone. Lo patrone no siembran el mai ni el trigo, ni hacen lo zapato ni la casa, ni levantan la cosecha. ¿Me podé decí un poco qué é lo que pasaría, si se puede sabé?
Nacho lo miró con asombro. Carlucho lo consideraba con una sonrisa de triunfo.
-Andá, decíme lo que pasaría si desaparecería lo patrone.
-Nada –respondió sorprendido Nacho de la enormidad -. No pasaría nada.
-Ni má ni meno. Ahora fijáte una cosa que esplicaba Luvi: lo zapatero pa hace lo zapato necesitan el cuero, lo albañile necesitan lo ladrillo, lo pione necesitan la tierra y la semilla y lo ara. ¿Cierto?
-Sí.
-Pero ¿Quién tiene lo cuero, lo ladrillo, la tierra y lo arao?
-Los patrones.
-Esato. Todo está a mano de la patronal. Por eso lo pobre estamo esclavizao. Poruqe ello tienen todo y nosotro no tenemo nada, má que lo brazo pa trabajá. Ahora vamos a da otro paso, así que atendéme bien.
-Sí, Carlucho.
-Si nosotro lo pobre no apoderamo de la tierra y de la máquina y del cuero y del lorno de ladrillo, podemo fabricá zapato y levantá construcione, y sembrá y cosechá, porque pa eso tenemo lo brazo. Y no habería pobreza ni esclavitú. Ni enfermedá. Y todo podríamo ir a la escuela.
Nacho lo miraba con asombro.
Carlucho arregló las revistas y los cigarrillos, pero su mente estaba vuelta a su interior. Hacía un gran esfuerzo mental, pero su voz estaba desprovista de rencor: era serena y cariñosa.
-Mirá, Nacho –prosiguió-. Todo é muy simple. Luvi lo esplicaba todo con el librito y poniendo cosita en el suelo. Así y así: que esta piedrita é la fábrica, que este mate ´
é la máquina, que este porotito somo lo pione. Y te digo que esplicaba cómo no habería má enfermedá, ni tísico, ni miseria, ni explotación. Todo el mundo tendría de trabajá. Y el que no trabaja no tiene derecho a viví. Bah, testoy hablando de lombre y muejere sano. No te hablo de lo nene ni de lonfermo, ni de lo viejo. Al contrario, decía Luvi, todo lo que trabajan tienen el debé de mantener a linválido, a lo niño y a lo viejo. Así que uno hace zapato, el otro hace larina, el otro te hace el pan, el otro va a la cosecha. Y todo lo que hacen se guarda en un galpón. En ese galpón hay de todo: que comida, que ropa, que libro escolare. Todo lo que te podé imaginá. Hasta juguete y golosina pa lo nene, queso é tan necesario como pa nosotro un caballo o un sombrero. Al frente el galpón hay otro que trabaj deso, de cuidadó del galpón. Y entonces yo voy y le digo me da un par de zapato número tal o cual, y el otro pide un kilo e carne y el otro una onza e chocolate, y el otro un saco porque se le rompieron lo codo. A cada uno lo que precisa. Pero nada má que lo que precisa.
-¿Y si un rico quiere más cosas y las compra?
Carlucho lo mirá con severa sorpresa.
-¿Un rico, dijiste?
-Sí.
-¿Ma de qué rico mestá hablando, pavote? ¿No tespliqué que no hay má rico?
-¿Pero por qué, Carlucho?
-Porque no hay má dinero.
-¿Pero si lo tenía de antes?
-Carlucho se sonrió y le hizo un gesto negativo.
-Si lo tenía se embromó, porque ahora no sirve má. Pa qué queré el dinero, si todo lo que necesitá lo sacá del galpón. El dinero é un pedazo e papel. Y sucio, lleno de mircrobio. ¿Sabé lo que son lo microbio?
Nacho asintió.
-Y bueno. Sacabó el dinero. Que el que sea sonso, lo guarde, si quiere. Nadie se lo va prohibí. Total, no le servirá pa maldita la cosa.
-¿Y el que quiere sacar del galpón más zapatos?
-¿Cómo, má zapato? No tentiendo. Si necesito un pa de zapato voy al galpón y listo.
-No, te digo si uno quiere tres o cuatro pares.
Carlucho se echó a reir con ganas.
-¿Pero pa qué necesitá tre o cuatro pare si no tenemo má que do pie?
Es cierto, a Nacho no se le había ocurrido.
-¿Y si alguien va al galpón y roba?
-¿Roba? ¿Y pa qué? Si necesita algo se lo pide y se lo van a dá. ¿Está loco?
-Entonces no habrá más policía.
Gravemente, Carlucho hizo un gesto negativo con la cabeza.
-No habrá má policía. La policía é lo pior de todo. Te lo digo por esperiencia.
-¿Qué experiencia?
-Esperiencia y yastá –comentó ambiguamente.
-¿Y si alguno no quiere trabajar?
-Que no trabaje si no quiere. Ya veremo cuando tiene hambre.
-¿Y si el gobierno no quiere?
-¿Qué gobierno? ¿Pa qué necesitamo gobierno? Cuando yo era chico y quedamo en la calle, muerto de hambre, mi viejo salió adelante porque don Pancho Sierra le puso una carnicería. Cuando me fui a pionar, tampoco necesitábamo el gobierno. Cuando me fui al circo, tampoco. Y cuando entré al frigorífico de Berisso, pa lúnico que sirvió el gobierno fue pa mandarno la policía en la huelga y torturarno.
-¿Torturarlos? ¿Y qué es eso, Carlucho?
Carlucho se quedó mirándolo con tristeza.
-Nada pibe. Te dije eso sin queré. No son cosa e niño. Y ademá yo soy lo que se llama un inorante.


Abaddón el exterminador


(Cuando sea grande quiero ser linyera)

Máscara del estudiante de medicina que habla ante señoras, que sonríe y presenta simulacros

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Título original: Máscara del conferenciante que habla ante señoras, que sonríe y presenta simulacros

de buena crianza
de correcto caballero.
de señor bien vestido y normalmente alimentado.
A no temer, Damas y Caballeros,
esta fiera está amaestrada,
sus dientes han sido limados,
extraídos, carcomidos, debilitados
por comiditas convenientes.
Ya no es el animal que devora carne cruda,
que asalta y mata en la selva.
Ha perdido su majestuosa barbarie.
Pasen, Señoras y Señores.
Espectáculo rigurosamente para familias,
lleve a su tía en el día de la tía,
y a su madre en el día de la madre.
Aquí lo pueden ver. Media vuelta a la derecha,
¡hop!
Salude al Respetable Público.
Así,
muy bien,
tenga su terrón de azúcar.
¡Hop, hop!
Damas y Caballeros,
estrictamente para familias, poderoso león de la selva: sueñas,
dócilmente ejecutas piruetas
preestablecidas
con leve y tierna y secreta ironía.

E. Sabato

Tapón en el lavabo (Título alterno: el principio de externalidad de Pigou aplicado a los lavabos)

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*fábula

En el uso del dentífrico, una vez superado el período de acomodación inicial (proceso gradual y tortuoso, como las transiciones calzoncillo-boxer, aprendido a fuerza de gritos materno-matutinos, a la usanza de ¿cuántas veces te he dicho que la pasta se exprime desde abajo?), sobreviene el hecho frecuente del tapón del dentífrico por el tragante.

El suceso es comúnmente intrascendente: el tapón huye por el torrente de aguas negras y termina en la garganta de algún mamífero marino sin que ello afecte en mayor medida la blancura de nuestra colgatosa dentadura. Así, en micro-dosis de sujetos racionales, uno va externalizando costos: el brillo dental hollywoodense lo paga el prescindible cachorro de marsopa, el cabello impecable, subvencionado por quelonios de carey, y etc. Y todos los indicadores estéticos marchan bien, hasta que... No caben más tapones en el desagüe.

Tarde o temprano todos los tapones han colmado todos los lavabos de todas las casas. Crisis. Caos. Anomia. No más dentaduras blanca. Los grifos se tornan amenaza de inundación casera, y la única posibilidad factible, si no se quiere que el hogar simule un Titanic, será lavarse los dientes en el inmenso cementerio de cetáceos/playa.

Random/Shuffle

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Tenemos sed y apetencias de azar.
Con alguna suerte, después de la cumbia, podría venir la muerte.