El retrato que la gente se figura de nosotros, visto desde el vitral de la muerte, tiende a volverse más amable, menos áspero (las propiedades balsámicas de la muerte sobre la memoria, tema para un ensayo). Desde los responsos se deleitan los sobrevivientes en discursos atentatorios contra la fidelidad biográfica, o desdibujan nuestras aristas con eufemismos penosos "era buena gente" (canalla con seis amantes y diecisiete hijos), "extremadamente gregario" (bolo cunetero), "trabajador incansable" (tres puestos fantasmas en el ISSS y dos en la CNR), "cauto y comedido" (cobarde), y etc.
Si yo siguiera vivo después de mi muerte (sic), no toleraría tales condescendencias. Que nadie se tome la trabajosa molestia de borrar de un solo tajo mis errores; que nadie tire por el desagüe el esfuerzo y las no pocas noches de insomnio que cuesta equivocarse, o ser un perfecto canalla.
Si yo siguiera vivo después de mi muerte (sic), no toleraría tales condescendencias. Que nadie se tome la trabajosa molestia de borrar de un solo tajo mis errores; que nadie tire por el desagüe el esfuerzo y las no pocas noches de insomnio que cuesta equivocarse, o ser un perfecto canalla.